Hace tiempo que el futuro no era tan incierto como actualmente: crisis sanitaria, económica y social con incrementos
en pobreza y, probablemente, múltiples desigualdades que no sólo hacen más difícil hacer predicciones, sino también hacen necesaria, ahora más que nunca, una red de protección básica para la población mexicana que, en su gran mayoría, vivía bajo condiciones de vulnerabilidad, incluso antes de estas nuevas crisis.

México es uno de los países con más alta desigualdad y más baja movilidad social. Con un coeficiente de Gini alrededor de 0.5 (CONEVAL, 2019b), apenas el 3% de aquellos que nacen en el quintil más pobre logrará avanzar al más rico, mientras que sólo el 2% del quintil más alto terminará en el más bajo (CEEY, 2019). Esta combinación resulta en una situación donde las posibles trayectorias de vida se definen al nacer. Como no todas y todos tienen la suerte de obtener un legado positivo, la acción del Estado debe concentrarse en ampliar e igualar las oportunidades de las personas para lograr mayor movilidad social.

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